viernes, 30 de agosto de 2013

LOS TEJADOS YA RESBALAN








El tiempo ya cambia,
los sombreros de paja
mojados secan al sol
después de la aguada.
Por el aire un susurro:
“quiere desde las ausencias”

La casa abraza mi alma,
el patio calla al color de mañana,
cerca está la despedida.

Las preguntas antes dormidas
reaparecen con la nueva estación.
Los “porqués” y sus respuestas
se convertirán en un nuevo cadáver
que alimentar con los restos
de otras preguntas
que darán vida a otros cuerpos.

Blancas todas las fachadas,
el escenario vacío ya queda,
los andamios hay que desmontar,
mientras, los gatos se acurrucan
entre el frío de sus miradas.

El cielo ya tiene nubes
que se entregarán a su amor
cuando abran las granadas.





jueves, 22 de agosto de 2013

MIEL DE AGUACATE







La narración me lleva al sonido en romería de zánganos extasiados.

 En enero, la flor presume de su naturaleza ausente, duerme el color, el aroma se estanca.

Mientras, en la costa tropical florece el aguacate, la polinización reparte sus silencios y como en una obra de teatro, papeles asignados a miles de abejas hambrientas que transforman el espíritu de las flores en dulce mar de ámbar.

 En el bosque de ojos verdes, se mezclan salivas que diluyen los versos de la historia de amor entre la reina de la colmena y un joven obrero de corazón de amapola.

El néctar escondido, la danza del polen, la baya carnosa del aguacate, todo esto, me lleva a María; a la memoria de su piel de muchacha, a su anatomía cristalina con reflejos de aceite de argán, al aroma escondido bajo el calor de su bufanda.

Medida para el brillo de juegos de lágrimas, repelente para el mal de ojo y sus ceños, tamiz de balas de querellas, que en invierno tiene miedo a la escarcha y que esconde su corazón en una roja cebolla de brasas.

El dulce sol habla con las abejas para mudar el agua de flor por bordados de seda y verde plata.

 En el arroyo la luz sometida tienta a María que diluye la sombra de la pena que ya descansa.

 La ilusión impresionista de la realidad moja el pincel antes que el momento se vaya.



jueves, 15 de agosto de 2013

ATUNES EN EL PARAÍSO





De rodillas el levante anida en la bahía,
la Caleta revienta cegada por las ansias de vivir,
cientos de almas y sus caracolas.
 Ventanas  hacia calles de humedad,
la mar en cajas de perlas de corcho y picos de pan.
Anuncios de arcoíris en escamas de sal,
Cádiz se viste de plata vieja y ciega a la mar.


 El abrazo busca los pulsos de la sal, las farolas se lían con las trenzas y las ganas de volar,  entre las aceras un caminito de caballas que te lleva en procesión a una de esas parroquias del talento, relicario de gritos y miradas, de paredes de piedra ostionera, en busca del patrón de la orden de la guasa, San Carajote del Chicharrón; por si no lo he dicho estamos en Casa Mantecas.

República sin himnos ni fronteras donde la carcajada cura las heridas del frío, donde uno deja de ser ese orgulloso de secano para empezar a sentirse aguja de verde pino, flamenco en la marisma y tiempo sin tic-tac de reloj. Ya la gente levanta la voz, el brindis saca pecho y un moreno de ojos rasgados al escuchar la súplica de ¡dime palabras con amor!, dice con mucho arte: “amortiguador”; por si no lo he dicho estamos en Casa Mantecas.

Las levaduras en crianza bajo el velo de flor, corretean por los bigotes de unas gambas  sonrojadas, los piropos en escabeche se escurren por las gargantas, las pateras ya no existen, ahora son barquitas con rumbo al albero de alguna sevillana del mes de abril.


Llegó la hora del encogido adiós, renovado el espíritu nos vamos a soñar con nuevos universos de besos blancos, a cantar en nuestros brazos soñadores alfileres de colores; por si no lo he dicho estamos en Cádiz , Casa Mantecas.






miércoles, 7 de agosto de 2013

POEMA A MI HABITACIÓN





Tengo una nueva habitación para estos días. Ya la tenía, blanca y risueña, decorada con recuerdos de noches impregnadas de amistad, en donde el aroma de las castañas todavía se puede averiguar, y esa casta que dan las olas de la cal rota en mis paredes, junto con el gruñir de las sillas de anea en espejos del alma. Como en estampas de hace 60 años, pero esta vez en color, orzas con lañas, planchas de hierro y almirez, nos reciben con un guiño y no sin antes tocar su piel, abrimos sus arcones para pensar en aquellos días de sangre y sudor pero también de hornos de pan libre y braseros enjaulados con pájaros de fuego.

Sigamos presentando con caricias a los animalillos que ya me reconocen en mi reestrenada habitación.
Triste y callada pasa sus días una antigua radio color de campo segado, su dial es como una larga carretera con puestos de agua fresca que dió alegría a las mañanas de abuelas entre pucheros y fogones de reunión. Si yo pudiera hacerla cantar, tensaría sus cuerdas para hacer bailar a las manos gitanas de su vecino, un candelabro forjado por la luna y sus caracoles.

El reflejo de los ojos de mi padre también pasea por esta habitación impregnado en el cristal de su quinqué. Cierro los ojos y veo a mi abuela, a sus grandes manos llevando la lámpara para alumbrar el miedo de las noches de mi padre.

Aspas de molinos viven en el suelo de mi habitación, geometrías infinitas bajo el peso de mi rastro, que pule sus secretos. A veces se ponen en movimiento con el viento de mis sueños y volamos buscando terrazas fértiles donde la arcilla en mi cara me proteja de aventuras de ahorcados.
Un sol pintado con cenizas de mar corona la salida de la chimenea, vereda de ratoncillos vagabundos, temerosos de los gatos del hambre. Un oleaje de lunas moras, donde hacen el amor  en camas de espuma  estrellas del cielo y estrellas de la mar. 

La plaza empieza a despertar anunciando sus tesoros: melones de la Mancha dulces como los besos entre uvas y queso, bollos de pan de aceite, ”salaíllas” de Granada, alianza en Trinidad de aceite, trigo y sal con una sola esencia; tomates de la vega en donde la nieve se hizo sol y de fondo ¡sorpresa!, la voz y el beso mellado de mi pariente de apodo Viseras, esencia de una tierra de hombres de barro, escarcha y miel.
Se va la mañana en mi habitación, comienza el reinado en la siesta del borrego, ronquidos de barro publican el polvo de mis calabazas; se acerca esa hora en que maduran las uvas.




lunes, 5 de agosto de 2013

MI RITMO EN EL SILENCIO








Los silencios son frágiles versos con vocación de pájaro,
las miradas son las mantas que abrigan a esos silencios.

Debajo de mis párpados viven silentes sueños,
dentro de mis ojos se mecen los besos que vibrarán mañana.

Comisuras que se conmueven ante el sonrojo de mejillas de ternura,
en calma alaban la fuerza del saludo entre curtidas manos.
Dicen esos ojos con rima: “Es un honor vuestra presencia”
sin saber que son sus labios los que me dan
mi querido salvoconducto al sosiego.

En realidad el mundo habla demasiado sin sentir, sin entender
los estremecedores silencios de partituras cotidianas.

La gente ya no canta, las plazas en verano ya no hablan,
los caños tienen sed de desiertos con niños,
de reflejos de manos limpias y ojos de bestias.

Yo canto que desnudo nací y en silencio encontré mi ritmo.
Antiguas mesas en rincones de descanso
donde la gente buscaba su piedra entre unas lentejas.



Yo sé que mi perfil será tranquilo
en el norte de un cielo sin espejo.
                        Federico G. Lorca






jueves, 1 de agosto de 2013

EL CANTO DE LA CHICHARRA







¿Por qué cantan las chicharras?



Tras años en silencio, de dolor dormidas,
renacen en busca de árboles de amor.

Quizás no sepan de la pena del agua
en mis caños ausente,
¡lamento de secos cipreses!

Quién sabe de sus anhelos,
en noches de dobles lunas que maduran
bajo la mirada de siglos de amantes,
del olor de sus vuelos sobre vidrieras de mar.

Olor a siesta en alpacas de plumas.
Tardes en trance entre mi espantapájaros y yo.

Acaso su silencio llamará al retiro
sobre un mar de hojas muertas.