Te prometo un
invierno de amapolas,
de relojes en
cinta de tiempo moldeable.
Encenderemos
lumbre en cada habitación,
en todos los
roperos.
Las llamas
darán luz a lo escondido
y entre
ascuas y brasas arderá
la corpulenta
esencia de los días.
Antes que el
sueño triunfe,
haremos una
cura con el fuego
negando la
cuaresma de la carne.
Con murmullo de
besos pondremos en acción
al amor masturbado
por todo nuestra dermis
aprendiendo a
morir bajo cada conquista.
Creo que voy
a cambiar la flor de mi promesa,
tal vez haya
forzado el misticismo
que germina
al deseo entre las ingles.
Te prometo la
brisa sin cumplidos
de un campo
humedecido de caléndulas
por si las
amapolas duermen en el invierno
el calor
fecundado de mañana.